Añorar el futuro y morir atrapada en un pasado que pisa la sombra, que raya en lo oscuro.
Month: Mar 2016
Doscientos seis
Decir
Decir
Decir
Redundar en el concierto
de la voz.
Doscientos cinco
He protagonizado la historia de una vida en la cama,
ojos cerrados, sueño profundo.
Mientras al amanecer unos están locos por cinco minutos más,
yo agradecería un segundo menos.
Abandonar mi lecho, mi cárcel
Liberarme de la cadena perpetua y salir,
pasear con los ojos abiertos,
sentir la caricia del sol de mediodía,
contemplar su roja despedida.
Quisiera, y esta es mi última petición, gran juez,
saber cómo se vive en el mundo
de los que casi no duermen ni sueñan,
pero viven.
Ayúdeme,
se lo ruego.
Viñeta de Mala imagen: malaimagen.blogspot.com/
– Y AHORA CON USTEDES
Nuestro Señor Jesucristo en persona
que después de 1977 años de religioso silencio
ha accedido gentilmente
a concurrir a nuestro programa gigante de Semana Santa
para hacer las delicias de grandes y chicos
con sus ocurrencias sabias y oportunas
N. S. J. no necesita presentación
es conocido en el mundo entero
baste recordar su gloriosa muerte en la cruz
seguida de una resurrección no menos
espectacular:
un aplauso para N. S. J.
Me parece que esta es una gran ocasión para recordar esta pieza de Nicanor Parra de sus Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (Santiago, Ganymedes, 1979).
Con la picardía y la ironía de siempre nuestro señor antipoeta tampoco necesita mayor presentación.
Doscientos cuatro
Extraño los besos furtivos en las calles de Belleville
Las botellas de vino a la orilla del río
Los bailes en Ménilmontant
Rodar en patines bajo el Arco
Pero ante todo
extraño los ojos de té
tu abrazo amanecido
tu beso de desayuno
y París de testigo
Doscientos tres
El chocolate se deshacía en mi boca
El agua se me iba entre los dedos
El abrazo se me quedaba vacío
y el beso sin labios.
Doscientos dos
Las rocas están saladas de rocío
y pese a que
hace tiempo que ellas y el mar no se tocan,
no han podido desprenderse del todo
pues lo que ha unido la divinidad
no lo separa la distancia
mucho menos el hombre.
algo siempre quedará.
Las rayas que obsesionan al caminante amateur
Hoy caminaba de regreso a casa por la tranquila ciudad que aguarda sin malicia la resurrección de su salvador entre huevos y flores. Había una estupenda temperatura y un cielo cubierto de nubes negras que de seguro no llorarán sobre nuestras cabezas esta noche. La vereda era testigo de una particular danza de plásticos y hojas caídas de los árboles. Sí, lamentablemente mi ciudad no es muy limpia y la basura con los peatones y las hojas compartimos el camino sin mayor recelo.
De pronto veo a un chico caminando en la misma vereda que yo pero en la dirección contraria. Comienzo a observarlo pues su andar era extraño, parecía que pensaba muy bien antes de dar cada paso. Al cabo de unos segundos pude descubrir que estaba inmerso en la tarea de no pisar las rayas de la vereda: claro, si pisaba una seguro perdía la vida al instante. Al acercarnos más, levantó el rostro y me miró, pero no le importó que yo lo viera escapando a la terrible casualidad de pisar una raya, de inmediato volvió a bajar la mirada y siguió empecinado en su tarea.
Cuando pasó de mí, comencé a preguntarme hace cuánto tiempo que mi marcha por las calles no estaba regida por el terrible infortunio de pisar una raya del piso. Es que todas contaban, incluso las de la casa de mamá y papá, las de la escuela, las de los amigos, todas eran capaces de traer tremendas calamidades… sólo una vez que me vi muy ocupada creciendo, pude olvidarme de la existencia de las rayas mortales.
Eso me recuerda que yo no quería ser mayor.
Pero me tocó.
Yo no quería terminar arrastrando hordas de preocupaciones insanas a mis espaldas.
Pero me tocó.
Yo prefería quedarme con las rayas que obsesionan al caminante amateur.
Pero me abandonaron.
Doscientos uno
La musa siempre me ha sido esquiva,
el duende no me visita,
los arcángeles no recogen mis rezos,
las historias no se plasman en mi papel
y en un rincón yace el alma
rebosante de ansiedad
Doscientos
Tengo que reconectarme,
estoy muy fría para escribir
y sólo pienso en frases sueltas
y mi lápiz no escribe
mas dibuja solitarios cubitos de hielo.
La tinta de mi lápiz se ha vuelto sólida
y mi corazón un gas.
Necesito reconectarme, calentarme
y volverme líquido para volver a fluir.